La actividad diplomática deja de ser monopolio de los Estados y las empresas se convierten ahora en verdaderos embajadores en el panorama internacional. De esta manera, la diplomacia corporativa es actualmente una necesidad para las empresas del siglo XXI ante la sociedad globalizada y el panorama digital en el cuál estamos inmersos. Es, por tanto, un instrumento de dirección estratégica en el marco de la política exterior corporativa. Se asemeja a los Estados en su estructura, presencia y capacidad de influencia; y deriva de la diplomacia tradicional.
En el siglo XXI la internacionalización de las empresas no es algo nuevo ya que las compañías evolucionan, investigan la apertura de nuevos mercados y expanden actividades por doquier. Nos dirigimos hacia una globalización empresarial mucho más exigente donde las empresas deberán proyectar sus valores y su sello de identidad traspasando cualquier tipo de frontera física o digital con objeto de crear sólidas relaciones de negociación a largo plazo o bien consolidar las ya existentes. En este proceso, las habilidades comerciales y de negociación suponen todo un reto para estar a la altura en un escenario internacional que intenta adaptarse paulatinamente.
No obstante, el protocolo y las habilidades diplomáticas son herramientas estratégicas que constituyen a su vez la base de los procesos de negociación en la internacionalización de las empresas. Es ahora más que nunca cuando nuestra forma de relacionarnos e interactuar en el mundo empresarial sienta precedentes para la firma de un acuerdo o el cierre de una negociación fructífera. Nada es casual ya que nuestras habilidades en materia protocolar y diplomática han de recrear la escenografía estratégica perfecta para que empresas procedentes de culturas y sociedades diametralmente opuestas encuentren puntos de unión en materia de negociación.
Planificar y, posteriormente, ejecutar el mensaje y el objetivo empresarial a través de las habilidades mencionadas anteriormente en materia de negociación suponen contar con todo el capital humano de la entidad en cuestión. En caso contrario, las empresas se enfrentarán a un gran abismo en las relaciones de negociación al no contar con una diplomacia empresarial real y tangible que se traduzca en máximo beneficio.
Pero, ¿Cómo se canaliza actualmente esa diplomacia corporativa?
La respuesta la encontramos en la figura denominada “diplomático corporativo”. El diplomático corporativo es un híbrido entre un diplomático y un profesional de la comunicación, con conocimientos y competencias en protocolo y diplomacia. No obstante, a continuación se enumeran algunas de las características más sobresalientes del mismo, entre otras:
- Credibilidad
- Representatividad
- Transparencia
- Gestor multicultural
- Mediador entre conflictos
- Representa a su empresa, sus intereses y preocupaciones ante los “stakeholders”
- Se guía por la inteligencia directiva donde proyectará su personalidad, tejerá una red de contactos al servicio del negocio y generará confianza.
Las habilidades diplomáticas y protocolarias en el mundo empresarial mejoran las relaciones y la imagen; dando como resultado la mejora en la rentabilidad y la expansión de la empresa. De esta manera, se consolidan las relaciones comerciales entre las empresas e instituciones; añadiendo un valor diferencial: “generar negocio mediante herramientas estratégicas protegiendo además el sello de identidad y reputación de la empresa”.