Como bien decía Alfredo Paredes (México, 2009): “Nada es más vulnerable que la opinión pública. Y lo que tiene que ver con la política, aún más. Un error, por mínimo que sea, puede echar a perder años de esfuerzo. Una foto inoportuna, una pose, un gesto o un franco descuido puede ser la diferencia entre ganar o perder”.
Y esa opinión pública es la que cualquier ciudadano de a pie configura en su mente tras analizar la información que recibe a través de los distintos medios de comunicación tradicionales y digitales. No obstante, el ser humano está actualmente inmerso en una era digital sin precedentes. La presencia digital está cada vez ganando más terreno en nuestros quehaceres diarios. Parece que todo gira ahora en torno a lo digital debido a su inmediatez. Un claro ejemplo podemos verlo cuando en cuestión de segundos obtenemos información de cualquier entidad o persona ubicada en cualquier rincón del planeta pulsando una simple tecla.
En este contexto, la comunicación digital por parte de instituciones públicas/privadas, empresas, ciudadanos, etc. se convierte en todo un referente y, por tanto, en una ventana al “exterior”. Para ser más precisos, cualquier imagen publicada en la red; es decir, web corporativa, redes sociales (Instagram, Facebook, Linkedin, etc.) entre otras aporta información de primer nivel al espectador si se analiza detenidamente. Imagina si analizamos también con detenimiento un video corporativo o institucional donde vemos en movimiento a la persona que está comunicando.
Los líderes de cualquier entidad (institución pública/privada, empresa, partidos políticos, fundación, etc.) han de tener muy en cuenta la importancia de la diplomacia digital -conocida también en este contexto como “comunicación corporativa digital”. Han de conocer a la perfección las reglas del juego para que el mensaje estratégico que pretenden difundir entre su púbico objetivo llegue, comunique y aporte un valor diferencial. Por todo ello, el protocolo tiene mucho que aportar en este sentido ya que sigue construyendo la “liturgia del poder”, muy especialmente en el mundo de la política. Es decir, una imagen está cargada de simbolismo y, por tanto, habrá que analizarla en detalle para que podamos “entender” el mensaje estratégico que se pretende comunicar.
El protocolo, visto como una herramienta de inteligencia estratégica, tiene un papel primordial en la comunicación política, corporativa y un largo etcétera. Podemos mencionar, por ejemplo, cómo el protocolo determina la precedencia y el lugar que debe ocupar una autoridad en una presidencia, dónde ha de ubicarse en una mesa de negociación, el lugar idóneo para la foto de familia, el orden de intervención en cualquier acto público, etc. Lo mismo ocurre con los líderes y máximos representantes procedentes del ámbito empresarial. En definitiva, nunca debemos olvidar el siguiente mensaje: “la imagen del poder, el poder de la imagen”.
Junto al protocolo, debemos mencionar especialmente a la comunicación no verbal ya que “nuestro cuerpo habla” emitiendo una serie de señales que, analizadas con detenimiento, pueden aportar información sobre el estado anímico de la persona, sus intenciones, la veracidad o no del mensaje que pretende transmitir, etc. Dentro de esa comunicación no verbal, el lenguaje gestual y corporal se convierten en los denominados “productos estrella”. De ahí que percibamos o no la presencia, la cordialidad, el carisma y la calidez del sujeto emisor con credibilidad. Una vez más, vemos la importancia de la comunicación no verbal dentro de esa diplomacia digital. Por tanto, podemos apreciar cómo una simple fotografía en un momento y contexto determinado puede hacer ganar o perder a un político (incluso arruinar la carrera de un empresario).
Una mirada, un apretón de manos, el color de la corbata (o vestido en el caso de las mujeres), la posición de nuestras manos, el movimiento de nuestros pies, nuestra presencia, nuestra forma de expresarnos, etc. aportan una cantidad de información que tienen que ir en perfecta consonancia con el mensaje estratégico que queremos transmitir. En caso contrario, estamos inmersos en un abismo donde estaremos en el punto de mira; tocando esa línea delgada llamada “reputación” de la entidad que lideramos y en la credibilidad de la persona que lo lidera.
Apostar por una verdadera comunicación corporativa digital es sinónimo de éxito siempre y cuando conozcamos las reglas del juego y velemos por la imagen tanto de la entidad convocante como la del líder. Hagamos uso de una imagen estratégica perfectamente diseñada y planificada previamente para que nuestro mensaje estratégico llegue a nuestro público objetivo, le cautive, nos acerque y depositen en nosotros su valor más apreciado: la confianza.