El arte de la comunicación bidireccional parece que va cayendo en desuso con los nuevos tiempos que corren. Estamos olvidando por completo el factor humanístico en nuestras relaciones a la hora de comunicarnos y donde “las buenas maneras” es algo que ya pertenece al pasado. Parece que estamos ahora únicamente centrados en dar la bienvenida a la inteligencia artificial y perder el don de la comunicación que nos ha caracterizado desde el principio de los siglos.

Lo peor de todo es que las faltas de respeto están también a la orden del día y se suman a todo este entramado. No es cuestión de generalizar ni mucho menos. No obstante, hay personas con una educación exquisita y como se suele decir “eso se nota”. Pero hay también otro sector de personas donde hacen galantería de sus “buenos modales” y “educación” principalmente en las distintas redes sociales, pero la realidad es bien distinta. Todo un escaparate que se desvanece cuando te pones en contacto con ellas o entablas una conversación en el mejor de los casos.

Un escaparate que deja mucho que desear al creer que “están muy por encima tuya o de cualquier otra persona” simplemente por el cargo que ocupan. Muchos deberían revisar aspectos tan básicos como “educación”. Se podría definir como un “ego exacerbado” y arrollador que finalmente aleja, no empatiza y juega en contra. Pero lo bueno aparece cuando vemos que estas personas son los representantes de instituciones públicas y surgen las siguientes cuestiones: ¿Acaso son conscientes que lideran una institución que ha de acercarse a su público objetivo? ¿Son conscientes también de los términos “imagen” y “reputación”? ¿O ahora que están en el poder son los que “ordenan y mandan” a su propio antojo y beneficio sin tener en cuenta nada? ¿Acaso no recuerdan estas personas la “propaganda electoral” donde repetían hasta la saciedad que la institución que iban a liderar es “la casa de todos”?

A través de mi experiencia profesional, puedo constatar que en muchos casos “el poder destruye y corrompe”. En este sentido, los “buenos modales” apenas tienen cabida. Parece que estamos asistiendo a un circo mediático donde todo vale. Estamos en el momento exacto de poder alzar la voz ante situaciones que rozan ya la mala educación por parte de ciertas personas. Como se suele decir, es el momento de “poner los puntos sobre las íes”. La educación y los buenos modales son algo que siempre han de formar parte del ser humano y ser su valor más codiciado.

Y todos aquellos que procedemos de la denominada “vieja escuela” nos enseñaron ya desde muy pequeños cosas tan básicas como:

  • Dar las gracias
  • Dar los buenos días
  • Pedir las cosas por favor
  • Despedirse cuando abandonamos un lugar
  • Tener un trato afable y amable con el resto de la gente
  • Y un largo etcétera…

Y sobre todo contestar cuando nos preguntan algo. Cierto es que actualmente estamos inmersos en una vorágine digital y social donde apenas tenemos tiempo para mucho. El problema de todo esto es que estamos perdiendo la esencia que caracteriza al propio ser humano y lo estamos destruyendo a pasos agigantados. La respuesta es muy simple “todo vale”.

Señoras y Señores, discrepo por completo cuando se dice que “todo vale” ya que no es así. La educación y los buenos modales – independientemente de tu posición y estatus social actual- son algo que deben estar siempre inherentes en ti mismo. El respeto es algo que debe estar muy por encima de todo.

Ahora entiendo cuando muchas personas consideran que el protocolo es algo que no sirve para nada, está obsoleto y no tiene cabida en la sociedad actual. Es ahora cuando comprendo que es imposible que puedan entender el valor del protocolo – aparte de ser una herramienta de inteligencia estratégica- ya que su esencia está formada por la “educación” y “los buenos modales”. Algo que no debemos olvidar.

Y como se suele decir (algo que muchos de vosotros entenderéis perfectamente): “Hoy estás aquí y mañana allí”.